Ayer me vino a ver José Manuel, el fundador de la agencia Asturias y socio de toda la vida del Ateneo, para felicitarme el año, y como tenemos por costumbre, hablamos -entre otras cosas que no les revelaré- del tiempo; y me aseguró que en Gijón fue siempre igual, que lo del cambio climático: “ye un cuentu”. Yo, por mi parte ni quito ni pongo: queda dicho por José Manuel.

Y les hablo del tiempo, no porque sea un tema muy socorrido –que lo es en cualquier circunstancia, reconozco que muy poco original- sino porque quiero hablar de paraguas. Tampoco es nada original el tema, lo sé. Pero cuando acaben de leer, si tienen la paciencia de terminar, entenderán la razón.

Primero les explicaré mi particular guerra con los paraguas, a la que han puesto fin los Reyes Magos el día 6. Tengo por costumbre tener en la oficina siempre un paraguas por si llueve, que lo hace en las últimas semanas casi a diario. Y mis compañeros, sea Sirgo, Ricardo, Jorge, o el mismo presidente, me los llevan. Eso sí, en préstamo. Pero he te aquí que los paraguas casi  nunca vuelven. Así que semana sí, semana no, me paso por el chino a reponer. Pero los Magos de Oriente, que todo lo saben, me trajeron la solución al problema: un flamante paraguas, de diseño tipo  “Mery  Popins” . No me he vuelto loca -solo ando cerca-. Describo como es: para empezar es de lunares –marroncitos, nada cantantes- tiene un mango de tela –también de lunares-, del que parte un lazo de ídem, es –eso sí, automático y anti-viento (al menos eso me aseguró Melchor). ¿Se lo pueden imaginar? Sí, exactamente así: muy femenino. Puede que demasiado femenino. Ya lo he estrenado, y lo tengo en el paragüero bien a la vista de todos mis compañeros (otras veces procuro esconderlo un poco). Ahora ya no me queda más que esperar a ver quién es el valiente que se atreve a salir a la calle con semejante “sombrilla”. Si alguien lo hace, les prometo contárselo, y si puedo hasta le haré una foto.

NOTA: para seguir leyendo el artículo, pueden ir a los BLOGS.