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Julián Herrojo, rector de la basílica del Sagrado Corazón de Jesús de Gijón (La Iglesiona), hablará sobre "Rubén Darío y Asturias"
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El poeta nicaragüense pasó en Asturias tres veranos en la primera década del siglo XX, en San Esteban de Pravia, La Arena y Riberas de Pravia.
Entre los distintos personajes de diferente época y condición que visitaron Asturias, figura en lugar destacado el poeta Rubén Darío, no sólo por su enorme prestigio literario, sino por las páginas afectuosas que dedicó a nuestra tierra, y también, no las olvidemos, por las páginas ajenas provocadas por esta estancia asturiana; en primerísimo lugar las de Azorín. Pero es de justicia destacar el artículo “Rubén Darío y Asturias”, de Ramón García de Castro, escritor de bien cortada pluma, poeta pulcro, colaborador frecuente en la prensa e intelectual erudito y meticuloso, demasiado olvidado (e injustamente olvidado) después de su muerte, que fue publicado en “Papeles de Son Armadans” No. CXXXVII-VIII. Más recientemente, por iniciativa del abogado poeta Heradio González Cano, se recordó a Rubén Darío en los textos complementarios, fueron recogidos en el volumen misceláneo “Rubén Darío, siempre”.
Rubén Darío no vino a Asturias como viajero (es decir, a recorrerla de cabo a rabo, y a relatar sus impresiones sobre ella), sino a descansar. “Me he venido a un rincón pequeño, solitario, sin más camino que ásperas rocas, ni más automóviles que los cangrejos, ante el caprichoso Cantábrico”, escribe desde San Esteban de Pravia. Fue un turista que se dejó ganar por la belleza de la tierra, de las ciudades y de los viejos monumentos, y que, a diferencia de los turistas o veraneantes al uso, que no viajan para ver, sino para que los vean, según Nietzsche, reparó en mucho de lo que se le presentaba al paso, lo registró en su memoria y le dedicó páginas notables. Asturias, las cosas de Asturias, la Catedral, su paisaje, etcétera, ocupan un lugar en la obra de Darío, quien, en su retiro asturiano no sólo se dedicó a reponer fuerzas (demasiado afectadas por el exceso de cosmopolitismo), sino a escribir, que era lo suyo.
JULIÁN HERROJO, rector de la basílica del Sagrado Corazón (la Iglesiona) desde octubre de 2002, nació hace 53 años en Gozón, pero es un ciudadano del mundo. «Nunca añoro el pasado y estoy bien en todas partes porque soy cosmopolita. Y salvo a Jerusalén, donde me gustaría morir, no añoro volver a ningún sitio ni hacer nada que hice», explica a modo de presentación.
Estudió Derecho en Oviedo antes de ser monje benedictino y estuvo en el monasterio de Samos (Lugo), para acabar los estudios eclesiásticos en el Seminario de Oviedo. Ejerció el sacerdocio seis años en Cangas del Narcea, tres en el Santo Sepulcro de Jerusalén y otros tres en Villaviciosa.