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El Centro Asturiano de Madrid entregó la Manzana de Oro a D. José Luis Martínez, presidente del Ateneo Jovellanos de Gijón
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El encargado de realizar la presentación de Martínez fue el economista y premio Príncipe de Asturias Juan Velarde Fuentes, recientemente distinguido por el Centro Asturiano como 'asturiano universal'. El economista se confesó amigo de Martínez desde que se conocieran en una conferencia del Ateneo Jovellanos. Destacó la labor de Martínez en el centro gijonés para situarlo "en primerísima fila". Asimismo señaló que, gracias a su persona el Ateneo contó con conferencias de "1.500 personas de todos los ámbitos: político, sociológico, artístico e intelectual".
El premio Príncipe de Asturias hizo hincapié en que "desde muy jovencillo, José Luis, siempre se dedicó a los libros y a cuestiones intelectuales". Recordó también su labor en la Fundación Foro Jovellanos y declaró sentirse "encantado" con que se le otorgue la Manzana de Oro a Martínez. Un gesto que, según valoró, "honra al Centro Asturiano".
Por su parte José Luis Martínez hizo referencia a una anécdota con los medios de comunicación: "Un periodista me preguntó qué suponía para mí la concesión de la Manzana de Oro por parte del Centro Asturiano de Madrid. Y yo le conteste: "mire usted, muchos galardonados suelen contestar que es un galardón inmerecido, añadiendo que tal vez no tenga los méritos suficientes para esta distinción". Yo, amigos miembros del jurado, no quiero caer en ese tópico. Porque si eso respondiera ante ustedes estaría afirmando que habían sido injustos, o que estaban equivocados, y nada más lejos de mí intención que ofender a tan ilustre jurado".
El presidente del Ateneo Jovellanos de Gijón añadió su convicción de que la distinción es un reconocimiento tanto para él como para el Ateneo Jovellanos: "Considero que ha de ser éste el premio al esfuerzo de una institución, que cuenta con casi mil socios y muchos más amigos y simpatizantes. Todos en equipo trabajamos día a día para mantener viva la llama de la cultura, y para que esa cultura se pueda escribir con mayúsculas". También hizo hincapié en la satisfacción que le ha proporcionado a lo largo de su vida estar rodeado de personas de un altísimo nivel intelectual desde sus inicios en el mundo de la edición: "recuerdo ahora al gran poeta Ángel González, a Paco Ignacio Taibo I, a Juan Ramón Pérez Las Clotas (tristemente fallecido hace pocos días), Paco Arias de Velasco, Miguel Delibes, César González Ruano, José María Martínez Cachero, un poeta hoy olvidado y un gran novelista –accesit que fue del Nadal- Luis Landínez… De todos ellos yo bebí en aquellos años jóvenes, y a todos ellos los viví y admiré. Todos y cada uno, y alguno más que mi cabeza no es capaz de recordar, han sido -y son en algunos casos- lo que los jóvenes de hoy llamarían 'monstruos de la cultura'".
Por último, José Luis Martínez quiso dedicar la Manzana de Oro a su familia y especialmente a su mujer: "hay una persona en mi vida sin la que es casi seguro que no hubiera podido realizar el trabajo por el que hoy se me reconoce. Yo he tenido la gran suerte de que en esos momentos difíciles siempre encontré en mi mujer, desde el primer momento, un apoyo y una ayuda para seguir en la brecha: Arsián, este premio es tan tuyo como mío, porque tu has sido una parte fundamental de mi labor y de mi existencia. Ha sido el tuyo un trabajo oscuro y poco reconocido. Por eso hoy quiero de una vez por todas acabar con esta injusticia y que todo el que me escuche, que sepa que entre los dos, Arsián, entre tú y yo lo hemos conseguido".
El acto de entrega de la Manzana de Oro a José Luis Martínez contó con la presencia de múltiples personalidades que se reunieron para rendir homenaje a la labor del premiado. Tal fue el caso de, entre otros, el que fuese ministro de Educación y más tarde Defensa en la última legislatura de Felipe González, Gustavo Suárez Pertierra, el general Ramos Oliver, el periodista Javier de Montini o el ministro de Educación durante la Transición y premio Príncipe de Asturias de Ciencias Sociales, Aurelio Menéndez, todos ellos, también, Manzana de Oro.
Lleno total
El salón de actos del Centro Asturiano de Madrid se llenó al completo para el acto de entrega de la Manzana de Oro al presidente del Ateneo Jovellanos de Gijón. En la mesa presidencial acompañaron aJosé Luis Martínez el presidente adjunto del Centro Asturiano de Madrid, Valentín Martínez-Otero Pérez; Francisco Rodríguez, empresario, presidente de Reny Picot; El economista y premio Príncepe de Asturias Juan Velarde Fuertes, encargado de glosar los méritos de José Luis Martínez; y la Xanina Mayor del centro, Laura López Campillo.
Intervino en primer lugar Valentín Martínez-Otero, presidente adjunto del Centro Asturiano de Madrid quien, tras felicitar a José Luis Martínez, hizo referencia a los 130 años de vida de la institución, "por la que han pasado miles de asturianos", y que sigue a la vanguardia de la asturianía, con una clara proyección hacia el futuro. También elogió Valentín Martínez-Otero la manzana como fruta emblemática de Asturias, "que crece en fértiles pomaradas que llenan de belleza el campo asturiano".
A continuación Francisco Fernández Tejero, directivo del Centro Asturiano de Madrid, dio lectura a las cartas de adhesión al homenaje a José Luis Martínez: Cosme Sordo Obeso,presidente del Centro Asturiano de Madrid; José Luis Casas Villanueva, vicepresidente de la institución; Avelino Acero, Director General de Fomento de Construcciones y Contratas; la actriz Mary Paz Pondal; los periodistas Diego Carcedo y Honorio Feito; el presidente de la Fundación Defensa de la Nación Española, Santiago Abascal; y Martín González del Valle y Herrero, Barón de Grado. Unas cartas llenas de afecto hacia el presidente del Ateneo Jovellanos de Gijón, escritas con enorme cariño por cada uno de los citados, que lamentaban muy sinceramente no poder estar en el homenaje a José Luis Martínez.
El encargado de presentar a José Luis Martínez fue Juan Velarde Fuertes, premio Príncipe de Asturias, quien se dedico a glosar los méritos de José Luis Martínez a través de la institución que preside, por la que han pasado más de 1.500 conferenciantes en los 18 años que lleva al frente de la institución, y que en este tiempo ha organizado una veintena de ciclos de conferencias y editado medio centenar de publicaciones, incluidos los correspondientes a los premios de Poesía, Novela Corta e Investigación Histórica.
Por último, visiblemente emocionado, José Luis Martínez tomó la palabra para pronunciar su discurso, que tuvo que interrumpir en varias ocasiones a causa de la emoción y de los aplausos de los asistentes.
DISCURSO DE JOSÉ LUIS MARTÍNEZ, PRESIDENTE DEL ATENEO JOVELLANOS
Buenas tardes señoras y señores.
"Gracias, muchas gracias, es la primera palabra que viene a mi mente después de haberles escuchado, después de recibir esta MANZANA DE ORO que ustedes me acaban de conceder. Me siento feliz, me siento entre amigos, y por ello estoy emocionado. Amigos en esta presidencia y amigos entre el público. Con una ausencia, la de don Cosme Sordo, presidente de este magnífico Centro Asturiano, que hoy no puede acompañarnos por causas de fuerza mayor, pero sé que pronto tomará de nuevo las riendas. A él extiendo también mi agradecimiento y mis mejores deseos de recuperación. En su ausencia, D. Valentín Martínez Otero, quien con mano sabia lleva las riendas de esta institución que –permítanme que se lo anticipe ya- es una parte importante de nuestra región: es su prolongación más allá de Pajares. Y agradecer, por supuesto, a la Junta Directiva del Centro Asturiano de Madrid por haberme concedido este galardón, que llevaré siempre con orgullo.
Agradezco a mi buen amigo don Juan Velarde las palabras que acaba de pronunciar. No pecaré de falsa modestia –aunque probablemente lo que debería decir ahora es que inmerecidas, pero no lo haré- Estoy demasiado emocionado para entrar en disquisiciones. Merézcalo o no, en estos momentos habla mi corazón, me embarga la emoción y estoy muy feliz. Son cerca de 80 años los años que tengo, y estoy activo desde muy joven, por lo que esta medalla la considero como un premio a la larga trayectoria, al camino recorrido, y como les sucede a todas las personas ha estado lleno de luces y de sombras. Creo que hoy es uno de esos días de luz y no quiero estropearlo.
No quisiera extenderme más de lo preciso; sé por experiencia propia -al frente del Ateneo Jovellanos que me honro en presidir, y con un extensísimo bagaje de asistencia a conferencias a mis espaldas-, decía, que sé que no es conveniente cansar a la concurrencia hablando demasiado. Prometo ser breve, aunque –confieso- que quiero decir muchas cosas. Me falta tiempo, lo sé y también palabras, es muy difícil encontrar las adecuadas cuando el sentimiento está a flor de piel y me atenaza un nudo la garganta después de haberles escuchado a ustedes. Por un momento –les confieso- no pensé que estuvieran hablando de mí.
Volviendo a si la concesión es atinada o no, les contestaré de la misma manera que lo hice en una entrevista que me hicieron con motivo precisamente de este mismo reconocimiento. Un periodista me preguntó qué suponía para mí la concesión de la Manzana de Oro por parte del Centro Asturiano de Madrid. Y yo le conteste: “mire usted, muchos galardonados suelen contestar que es un galardón inmerecido, añadiendo que ‘tal vez no tenga los méritos suficientes para esta distinción’. Yo, amigos miembros del jurado, no quiero caer en ese tópico. Porque si eso respondiera ante ustedes estaría afirmando que habían sido injustos, o que estaban equivocados, y nada más lejos de mí intención que ofender a tan ilustres jurado. Y, por otra parte, me siento tan halagado que no me planteo tal cuestión. La verdad es que yo no sé si me merezco o no esta preciada Manzana. Digamos que en el campo de lo que tiene de afectivo, me dejo querer con sumo gusto. Lo que sí deseo es agradecer muy sinceramente que grandes hombres se hayan acordado de mi humilde persona, entiendo –en todo caso- que no tanto por ser quien soy sino por lo que represento: EL ATENEO JOVELLANOS DE GIJÓN. Considero que ha de ser éste el premio al esfuerzo de una institución, que cuenta con casi mil socios y muchos más amigos y simpatizantes. Todos en equipo trabajamos día a día para mantener viva la llama de la cultura, y para que esa cultura se pueda escribir con mayúsculas. Creo que he tenido mucha suerte al presidirla desde hace ya más de 20 años.
Después de haberlo pensado mucho, creo que mis méritos- si es que tengo alguno fuera de lo común- para merecer este premio, no son más que el trabajo que en mis casi 80 años he venido realizando. Siempre que se llame trabajo a gozar cada día con lo que hago, porque realmente disfruté y disfruto con lo que hago.
Tuve una gran suerte al orientarme desde mi juventud hacia una actividad que me satisfizo plenamente desde siempre. Trabajo duro es el de nuestros mineros, que con su esfuerzo y riesgo de sus vidas arrancan una a una las vetas de carbón, y que tanto han contribuido al desarrollo de la industria de Asturias; trabajo es el de nuestros pescadores, que cada noche salen a la mar para que al día siguiente podamos disfrutar de esas merluzas del pincho o las más modestas –pero no menos sabrosas- sardinas, que llenan nuestras mesas de alegría; trabajo es el de nuestros campesinos, para quienes no hay fiestas, ni puentes, ni jornadas partidas –el trabajo en suma-. En fin, que la mía ha sido siempre una gratísima tarea, rodeado de auténticos maestros de los que he procurado aprender cuanto me ha sido posible. Esto del trabajo es, cuanto menos, curioso: trabaja uno para ganar dinero; con este dinero compra cosas para disfrutar y para adquirir ese bienestar que nos hace felices. En mi caso, pocas cosas he tenido que comprar, porque las dos que más feliz me han hecho siempre no están –afortunadamente- en venta: mi familia y mi trabajo.
Mi querido y admirado Juan: te agradezco muy sinceramente que hicieras mi apadrinamiento ante este selecto público, engrandeces- siendo tú tan grande- mis menguados méritos. Tú, que me conoces, sabes sobradamente que siempre trabajé entre libros –con gran tesón, eso sí- y cerca de hombres de la cultura como tú, que me enseñasteis todo lo que sé y fuisteis mi ejemplo a seguir, aunque fuera – algunas veces- en la distancia. Gracias amigo Juan.
Una vez manifestados estos justos agradecimientos creo que tendría algo que decir sobre este centro de más de un siglo y que llama la atención por ser la primera sociedad asturiana que se creó fuera de Asturias para que todos los que nacimos en ella, o amamos a la tierra de la Santina, la cuna del prerrománico, la madre generosa de la sidra y del queso de Cabrales, podamos reunirnos y no perder esa familiaridad que nos tiene que unir –repito- para lograr que siga siendo Asturias referencia de un terruño acogedor y que recibe a quien lo pisa con mucho amor y cariño. Se preguntarán, con razón, qué pinta un asturiano que vive y trabaja en Asturias, en esta embajada de los asturianos en la capital de España. Y la razón es doble: en primer lugar estoy aquí gracias a ustedes, queridos amigos del Centro Asturiano de Madrid, que me han distinguido con su reconocimiento, Y en segundo lugar para rendir culto a esta institución: el Centro Asturiano de Madrid, que se ha convertido en un referente no sólo en Madrid, sino en España y en el mundo, de un hecho que yo creo que nos caracteriza a los nacidos en la tierra de la Santina: que allá donde esté un asturiano, siempre habrá una puerta abierta a sus paisanos y a sus amigos, porque el asturiano, por definición, no es excluyente sino, por el contrario, es tan acogedor como la tierra que le vio nacer. Decir Centro Asturiano de Madrid en el mundo es tanto como decir cordialidad, camaradería, afecto y bonhomía. Por eso esta manzana, que desde ahora llevaré con orgullo en la solapa, me reafirma en mi condición de católico, dicho en el sentido etimológico del término. No se olviden que la palabra griega “katholicós”, es decir, universal. Documentada en textos de Polibio y Aristóteles, estos empleaban el vocablo para referirse a lo que es para todos. Como es el caso del Centro Asturiano de Madrid, que acoge a cuantos acudimos a él sin pedir ni exigir carta de ciudadanía. Por eso me atrevo a decir, y a celebrar con júbilo, que el Centro Asturiano de Madrid es santo y seña de la catolicidad asturiana.
En relación con el trabajo que he desarrollado a lo largo de mi vida, y del que la presidencia del Ateneo Jovellanos ha sido sin duda el colofón, nunca agradeceré lo suficiente a aquella gran librería, Colón, de Oviedo, por la que han desfilado todos los intelectuales que han pasado por la capital del Principado y que yo tuve la gran dicha de conocer, algunos, incluso, me brindaron su amistad. Recuerdo ahora al gran poeta Ángel González, a Paco Ignacio Taibo I, a Juan Ramón Pérez Las Clotas (tristemente fallecido hace pocos días), Paco Arias de Velasco, Miguel Delibes, César González Ruano, José María Martínez Cachero, un poeta hoy olvidado y un gran novelista –accesit que fue del Nadal- Luis Landínez… De todos ellos yo bebí en aquellos años jóvenes, y a todos ellos los viví y admiré. Todos y cada uno, y alguno más que mi cabeza no es capaz de recordar, han sido -y son en algunos casos- lo que los jóvenes de hoy llamarían “monstruos de la cultura”.
En fin, no quiero cansarles más con mis datos biográficos por no ser repetitivo y porque con más brillantez ya se lo ha contado este asturiano universal que es Juan Velarde, con cuya amistad me honro, al igual que muchos de ustedes.Además de ser y estar en este centro hoy, es para mi una gran satisfacción el que muchos de mis compañeros del Ateneo Jovellanos hayan querido desplazarse desde Gijón a esta capital del Reino para estar hoy conmigo y con mi familia. Me llena de orgullo pensar en los más de 20 años que llevo trabajado y disfrutado al frente una institución ateneísta que el gran gijonés Torcuato Fernández-Miranda y otros prohombres fundaran allá por los años 50 del siglo pasado.
He querido dejar para el final el agradecimiento a mi familia, que hoy me está acompañando casi en pleno: mis hijos Pilar y Joaquín y José Luis y Aida y mis queridas nietas, pero hay una persona en mi vida sin la que es casi seguro que no hubiera podido realizar el trabajo por el que hoy se me reconoce. Todo ser humano necesita, en esos momentos en los que parece que se le cae el mundo encima, el aliento de un compañero de viaje que sepa calmar nuestra inquietud. Yo he tenido la gran suerte de que en esos momentos difíciles siempre encontré en mi mujer, desde el primer momento, un apoyo y una ayuda para seguir en la brecha: Arsián, este premio es tan tuyo como mío, porque tu has sido una parte fundamental de mi labor y de mi existencia. Ha sido el tuyo un trabajo oscuro y poco reconocido. Por eso hoy quiero de una vez por todas acabar con esta injusticia y que todo el que me escuche, que sepa que entre los dos, Arsián, entre tú y yo lo hemos conseguido.
Quiero terminar reconociendo a todos ustedes y a la sociedad en general el apoyo y la benevolencia que nunca me ha faltado.
De nuevo muchas gracias a todos ustedes que han tenido la gentileza de acompañarme en este acto que quedará siempre en mi recuerdo".
Tras la imposición de la Manzana de Oro a José Luis Martínez por parte del presidente adjunto del Centro Asturiano de Madrid, Valentín Martínez-Otero, todos los asistentes, en pie, cantaron el Himno del Principado, el "Asturias. patria querida" acompañados por los sones de una gaita asturiana, y a continuación se sirvió un vino español y una cena en homenaje al presidente del Ateneo Jovellanos de Gijón.
Fotos: Delia Sánchez