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 Sala de prensa

30/04/2012
CICLO DEDICADO AL ABOGADO Y POLÍTICO GIJONÉS CON MOTIVO DEL 75 ANIVERSARIO DE SU MUERTE

Manuel Suárez Cortina: "La libre asociación, la libertad sindical y la negociación colectiva fueron elementos esenciales del proyecto de Melquíades Álvarez"

(Haga clic en el titular para consultar la información)

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EL VIERNES día 27 de ABRIL a las 19,30 h., en el ATENEO JOVELLANOS de Gijón (C/ Francisco Tomás y Valiente, 1) MANUEL SUÁREZ CORTINA, catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad de Cantabria pronunció la conferencia "Melquíades Álvarez y el liberalismo". El ponente, que fue presentado por su colega JORGE URÍA, de la Universidad de Oviedo, defendió la modernidad del pensamiento del político gijonés y su idea de liberalismo, "de carácter social y opuesto al que defienden actualmente los neoconservadores".
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Para el profesor Suárez Cortina, la universidad de Oviedo resultó decisiva en la formación del espíritu liberal de Melquíades Álvarez: "el proyecto reformista desarrollado por la cultura krausoinstitucionista, caracterizado por un 'republicanismo de cátedra', democrático y organicista, que se originó en el claustro ovetense y que formuló los principios de un liberalismo social acomodado a las necesidades de la nueva sociedad". El influjo de la Institución Libre de Enseñanza se refleja en el ideario del Partido Reformista. "solidaridad social, secularización del estado y de la escuela y armonía de clases. En definitiva, se trata de un ideario liberal y democrático que luchó tanto frente al liberalismo doctrinario de la Restauración como del nuevo socialismo de Pablo Iglesias por su defensa de la lucha de clases", apunta Manuel Suárez Cortina como bases del pensamiento reformista. A continuación, el profesor fue desarrollando los principales puntos del ideario liberal del reformismo.

Un aspecto capital, bastante novedoso y de gran importancia en el pensamiento de Melquíades Álvarez, es la defensa de la neutralidad religiosa, "la necesidad de que la religión fuera considerada un fin esencial y permanente de la vida, pero asimismo que aquella debía quedar sometida a los dictados de la conciencia individual, evitando la tentación de la Iglesia de determinar la vida del Estado". Esta idea de Melquíades se refleja con toda crudeza en un discurso pronunciado en el parlamento en 1901:

 

"El partido republicano es enemigo del clericalismo; y es enemigo del clericalismo, no tan solo porque conduce a la injerencia del poder teocrático en la vida del Estado, sino porque constituye, a mi juicio, la causa principalísima, casi me atrevo a decir que la causa única, de ese vergonzoso atraso en el que se desarrolla, por desgracia, la vida intelectual y política de España".

 

Con respecto a la reforma social, el liberalismo de Melquíades Álvarez está muy lejos de la doctrina económica que propugna la neutralidad del Estado en la regulación del mercado económico. El gijonés defendió el diálogo de clases y la reforma social y, como culminación de su proyecto, el Estado social de Derecho frente al Estado liberal de Derecho. Su pensamiento aparece con claridad en un discurso pronunciado en el Hotel Palace de Madrid en 1913:

 

"En materia social, además de fomentar el desarrollo de todas las cooperativas, de los sindicatos, de las sociedades mutualistas, de establecer el contrato colectivo de trabajo, nosotros nos prometemos, para convertir en realidad una aspiración legítima, llevar a la práctica un proyecto de ley de retiros para que los infelices ancianos puedan vivir en situación distinta de la triste y miserable en la que hoy viven".

 

Manuel Suárez Cortina también apuntó cómo la mejora de las condiciones de vida de los obreros fueron siempre una de las grandes preocupaciones del político gijonés: "la libre asociación, la libertad sindical y la negociación colectiva se conformaron como elementos esenciales del proyecto de Melquíades Álvarez, oponiéndolo a otras propuestas que en las primeras décadas del siglo XX se inclinaban a la sindicación obligatoria, como un modo de controlar el conflicto social. Para Melquíades Álvarez  la política social del nuevo orden sociopolítico reformista debía llevarse a cabo desde la misma participación de los trabajadores, pero desde su total autonomía y respeto a los derechos sociales, al margen de cualquier concepción autoritaria, en libertad, ya que ésta constituía un elemento esencial de la paz social y la armonía de clases que se postulaba desde la tradición de la reforma social del krausismo. Como resaltaba el propio Melquíades Álvarez en 1920: 'Representamos la política de la burguesía, pero de una burguesía que no es misioneísta, sino liberal, que desea realizar esta transformación sin convulsiones, sin sangre'".

Con respecto al concepto de nación -apunta el profesor Suárez Cortina-, Melquíades Álvarez rechazaba tanto el centralismo como la exigencia autonómica de los nacionalismos vasco y catalán: "El estado/nación  defendido por el institucionismo melquiadista se articulaba desde el reconocimiento de España como nación, pero desde la afirmación de la autonomía de las regiones y los municipios, una España gestada en el tiempo por las diversas lenguas y culturas del país". Pero esta concepción descentralizadora de España reafirmaba, a su vez, la idea de una sola nación. El rechazo de los nacionalismos vasco y catalán queda claro en su intervención en el Congreso de los Diputados el 1 de julio de 1916:

 

"Reconocer hoy la personalidad de Cataluña o reconocer hoy, como pretenden algunos, la personalidad nacional de Vasconia, sería volver a los tiempos del siglo XIII o del XIV, cuando España estaba formada en su estructura material por una serie de Reinos, de Estados, de Principados, de Merindades; cuando la vida nacional era todavía imprecisa y balbuciente, sin fuerza bastante para romper los núcleos históricos de carácter particularista, que se oponían a su desarrollo y desenvolvimiento. De entonces acá, Srs. Diputados de la Liga [Regionalista], han pasado cerca de seis siglos. Y durante este tiempo, una serie de intereses y de vínculos, engendrados por las necesidades de la vida común, por la labor cotidiana del poder público, por las exigencias de la cultura, por la influencia avasalladora del sentimiento religioso, hasta por los apremios del lenguaje, fueron robusteciendo el sentimiento de unidad nacional, y permitieron que el alma de España, impregnada de ese sentimiento, se difundiera después por nuevos mundos, ostentando la exhuberancia de su poder y su genio".

 

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