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 Sala de prensa

16/09/2020

EL MÚSICO SORDO 

Serie de artículos de Ángel Aznárez . El texto puede leerlo haciendo clic sobre el título. El resto de las colaboraciones puede encontrarlas en comunicación.    
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EL MÚSICO SORDO
(250 aniversario del nacimiento de Beethoven)
“Llevo una vida miserable. Desde hace dos años evito toda clase de compañía, porque no puedo hablar con la gente: estoy sordo. Si tuviera otra profesión cualquiera, todavía podría ejercerla; pero con la mía, la situación es terrible. ¡Que dirán de esto mis no escasos enemigos…! Muchas veces maldigo mi existencia…¡Resignación! ¡Qué refugio tan triste! ¡Y, sin embargo, es el único que me queda!”.
            Carta de Beethoven a su amigo Wegeler.

Dicen los especialistas en las ciencias del alma, que los creadores artistas, que son los competidores del genuino Creator, el del Génesis, alumbran o dan luz a músicas, objetos e ideas –un conjunto de genios e ingenios-; y ello con raíces en sus profundas angustias, los  abandonos, las privaciones y carencias, las miserias y enfermedades de todo tipo. 

     Az,2 Es como si el bienestar o/y lo apolíneo lo único que crean sea lo abortivo; la creación y lo creativo parecen ser posibles únicamente desde el malestar y la desgracia. El Dios creador  siempre fue y sigue siendo, al parecer, un rabioso celoso, según se lee en el Libro. Por eso, si el creador de músico, pues, ¡zas! El destino lo hizo sordo, como ocurrió a Beethoven; si el creador es escritor, pues ¡zas! El destino lo hizo ciego, como ocurrió a Borges, el palabrista. 

     “¡Mi verdadera lengua es la música!” exclamó a gritos del francés Romain Rolland, Premio Nóbel de Literatura (aó0 1915), derrotando al español Pérez Galdós, que no lo consiguió.  El Jurado del Nóbel dijo de aquél: “Es un atributo al elevado idealismo de su producción literaria, así como al efecto y verismo con que han pintado distintos tipos de serenes humanos”. Rolland (1866-1944), intelectual de izquierdas, que denunció sin ambages la estupidez asesina de la Gran Guerra, la Primera Guerra Mundial, nos interesa ahora por haber sido musicólogo, por haber escrito Vida de Beethoven, que es destacable en el 250 aniversario del nacimiento del compositor alemán. También nos interesa  por haber escrito (Rolland) una “novela total”, protagonizada por el héroe Jean Chistrophe, músico de vocación –primer volumen aparecido en 1904- siendo tal héroe, como escribiera Borges en su Miscelania, “una fusión de Beethoven y del mismo Rolland”. 

      En el prefacio a la Vida de Beethoven, Rolland escribió lo que en estos momentos de pandemia o de coronavirus es muy a tener en cuenta:”El mundo muere asfixiado por su egoísmo prudente y vil. El mundo de ahoga. Abramos las ventanas. Hagamos entrar el aire puro. Respiremos el aliento de los héroes. La vida es dura. Es una lucha diaria para aquellos que no se resignan a la mediocridad del alma”. 

     Beethoven, de cabellos que fueron como serpientes de Medusa, hijo desgraciado de un borracho habitual, fue por ello y por ser sordo –a los veintiséis años-. Un titán o héroe, con grandeza de corazón, desdichado y atormentado –también fuerza de la naturaleza-. Llegó el músico de Bonn, muerto en Viena a los 57 años, a recitar: “Hacer todo el bien que se pueda. Amar la libertad ante todo”. 

  Az,3  No nos interesa ahora el músico afrancesado, revolucionario o bonapartista; no nos interesa el romántico que pasó página a músicas anteriores, incluso a las de Hayden y Mozart; no nos interesa el músico que dio status de independientes, dejando de ser empleados domésticos, a los músicos que trabajaban en casas de príncipes o archiduques; tampoco sus amores tan confusos, verdaderos o no, nos interesan ahora.

    Por el contrario, sí buscamos al Beethoven sufriente y que, para más sufrir, padeció una sordera total. En la edición española de 1966, de Aguilar, figuran las Cartas de Beethoven al Pastor Amena y al Doctor Franz Gérard Wegeler, quejándose de su siniestra y desgraciada sordera. En la Vida de Beethoven se escribe: “Beethoven quiso dirigir el ensayo general de Fidelio (1822). A partir del dúo del primer acto, se hizo evidente que no oía nada de lo que pasaba en el escenario. Retrasaba considerablemente la acción y, mientras que la orquesta seguía su batuta, los cantantes iban cada ve más deprisa. La consecuencia fue una confusión general”.

     Más adelante añade el biógrafo: “El 7 de mayo de 1824, dirigiendo la Sinfonía con coros, no oía el estrépito de las aclamaciones ni se dio cuenta de ellas hasta que una de las cantantes, cogiéndole de la mano, le hizo volverse al público y, de repente, vió a los concurrentes en pie agitando los sombreros y aplaudiendo. 

    Desde un fondo abismal, de tristeza, de silencios, por sordera, Beethoven, dominante e irritable, también cantor de las excelencias de la Alegría –coro final de la Novena Sinfonía sobre la Oda a la Alegría-. Y así esperó a su triste muerte en Viena, capital musical de Alemania, sólo y abandonado, no de tuberculosis, que mató a parte importante de su familia, sino, como su padre, de una cirrosis hepática, y siempre acompañado de lo que llamó “enfermedades del vientre”, problemas intestinales. 

     Como saben bien los creadores y artistas, lo que falta o manquedad, sea la vista al ciego (Borges o Tiresias, hijo de ninfa), el sonido al sordo (Beethoven) o el brazo al manco (Cervantes), es lo principal y determinante. Borges lo escribió: “Ya que he perdido el amado mundo de las apariencias, debo crear otra cosa, el futuro, lo que sucederá al mundo visible que perdí”. Beethoven escribió: “Me veo obligado a ponerme, por esta extraña sordera, junto a la orquesta para oír a los actores. Si me pongo un poco distante no oigo los sonidos altos de los instrumentos y de las voces”.  

     Y Steiner, que siempre fue casi manco, como Cervantes, escribió:”He sido capaz de pintar cuadros y dibujos con la mano mala. Se trataba de una metafísica del esfuerzo”. Consiguió, según él,  nada menos que atar los cordones de los zapatos con una sola mano; lo cual es muy difícil, como se puede comprobar al intentarlo. 
 
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